Publicado en Extra Voz el 22 de diciembre del 2013
sábado, 28 de diciembre de 2013
sábado, 21 de diciembre de 2013
jueves, 12 de diciembre de 2013
Un día
Recuerdo el día que nací,
el calor, tu dolor corriendo como un río que viene de lo alto
a romper en las baldosas de un quirófano.
No nací en casa,
pero sí cerca del mar y de la tierra,
en el sueño como llega el mediodía.
Recuerdo el sol friéndose en un plato,
el salteado de latidos,
el amor de tu amor como un pez perdido en la marea,
el éter donde supimos dormidas cosas
que no sabemos contar.
Qué dijiste cuando te ibas. A a a a a... Di, dónde. No me asustes. Sabré, sabrás...?
Tu corazón me retenía, tu sangre me empujaba. Y el espacio que me abría tu voz se parecía a una casa. Lo era todo, como siempre, la voz, la voz descalza, el deseo de la sirena bajo la piel
del mar, la voz que ofrece al pedir, la que sonríe fija,
los ojos que la traen como una ofrenda hasta mí.
Recuerdo que nací de tu mirada,
como un pequeño claro en la incerteza.
Tenía la piel llovida de tu cuerpo rompiéndose, de tu esfuerzo por soltar ese extremo de la cuerda
sujeto a ti.
Nací, me lo contaste. Me diste nombre.
Nací en la primera palabra para mí,
en el calor de tu pecho,
en la hoja enorme como un mapa de tu mano
que se movía siempre alrededor de mí.
Vivo buscando
la voz del amor de donde vengo.
el calor, tu dolor corriendo como un río que viene de lo alto
a romper en las baldosas de un quirófano.
No nací en casa,
pero sí cerca del mar y de la tierra,
en el sueño como llega el mediodía.
Recuerdo el sol friéndose en un plato,
el salteado de latidos,
el amor de tu amor como un pez perdido en la marea,
el éter donde supimos dormidas cosas
que no sabemos contar.
Qué dijiste cuando te ibas. A a a a a... Di, dónde. No me asustes. Sabré, sabrás...?
Tu corazón me retenía, tu sangre me empujaba. Y el espacio que me abría tu voz se parecía a una casa. Lo era todo, como siempre, la voz, la voz descalza, el deseo de la sirena bajo la piel
del mar, la voz que ofrece al pedir, la que sonríe fija,
los ojos que la traen como una ofrenda hasta mí.
Recuerdo que nací de tu mirada,
como un pequeño claro en la incerteza.
Tenía la piel llovida de tu cuerpo rompiéndose, de tu esfuerzo por soltar ese extremo de la cuerda
sujeto a ti.
Nací, me lo contaste. Me diste nombre.
Nací en la primera palabra para mí,
en el calor de tu pecho,
en la hoja enorme como un mapa de tu mano
que se movía siempre alrededor de mí.
Vivo buscando
la voz del amor de donde vengo.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
O paxaro coa palabra na boca
Dores descubriume a Hélène Cixous. Tamén falamos da experiencia de ser nai, da vocación de traballar coa palabra, dentro e fóra dela, ata limpala de todo, como adoita dicir ela. Ao pensar en Dores, vexo os pulidores de parqué segundo Gustave Caillebotte. E un redondel. E o tempo correndo cara atrás. Vexo acenos dunha música familiar, que intúo que coñezo de lonxe mais non sabería dicir...
Cun agasallo de Dores, medrei como filla da ausencia da nai.Fírmao Eva Veiga e fica no meu escritorio.
Dores é unha casa coa porta entreaberta. Ao escribir este conto, O peizoque Roque, bótanos a voar. Polo ceo das palabras que máis nos gustan. Das palabras que somos.
Nas que nos gustaría aniñar para sempre.
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