miércoles, 3 de septiembre de 2014

Marta Sanz, el presente del verbo recordar

No he conocido a muchas escritoras como Marta Sanz, y eso que aún le debo varias lecturas. Hay quien dice que soy una lectora demasiado entusiasta. No sé, no sé... Creo que la mayoría de los libros no lo tienen fácil conmigo, pero cuando uno me gusta me gusta de verdad, y escribo su nombre en la intimidad de las libretas pequeñas, o hasta en la corteza de los árboles!, eso sí, quizá al lado de otros muchos que me gustan; ahí van dos, tres, cuatro, cinco, seis paladas de entusiasmo... Venga un helado artesano enorme de frutos del bosque. Mi sentido del gusto no tiene límites, es un imperio napoleónico. Pero vamos a La lección de anatomía, de Marta Sanz, uno de esos libros que me gustan de verdad. 
Anagrama ofrece una nueva versión de esta obra inclasificable, que se inicia con un prólogo maestro de Rafael Chirbes. Una mujer ante los 40 abre su vida en canal ante el lector; revisa lo que ha sido y lo que es, su autenticidad con trampas y matices, salpicada de humor e imperfecciones. Marta Sanz vuelve a nacer en esta obra, en la que hace un homenaje a la madre contenido y soberbio. Esa madre se queda en nosotros como el mito creado por John Irving: Jenny Fields. Una mujer de una fuerza hercúlea, de una sensibilidad honda como la espera. Una madre común extraordinaria.
Marta Sanz vuelve a ser niña, vuelve al colegio en Benidorm, al corazón de un lugar de paso latiendo en la caja fuerte de las tiendas de souvenirs. ¿Pero cómo lo hace sin nostalgia, sin el velo de la vejez repentina que sobreviene al mirar atrás? Lo consigue, sí, regresar del todo al momento que reactiva la escritura, mirar en la forma en que lo hacía cada edad, sin condescendencia, como si cada edad hubiese escrito su propio relato. Marta no juzga a la que fue, o lo hace sin titubeos, la escribe, la deja jugar y pensar libremente, equivocarse. Desecha seguridadesy emociones infladas, ausculta complejos y prejuicios, lo que se oye tras lo que queremos decir. Parece que no quisiera gustarle al lector, emocionarlo, darse esa palmadita de autoafirmación que conlleva, sino decirle: Esta soy yo, vale? Esta es mi nariz de patata. Te recuerda a alguien?
Marta Sanz revienta de presente el verbo recordar. En su forma de contar al recuerdo se le van formando los pulmones, respira y se convierte en un reloj de rápidas manecillas que conocen bien los dos sentidos del camino y sus muchas direcciones. En esta clase magistral que Marta Sanz da desde el pupitre, la vemos como a nosotros, sorprendemos a su abuela en la bañera, oímos la cháchara de sus tías, tocamos la pena que originó el cáncer de la más hermosa de las dos. Padres, amigas, novios, gatos, profesores, alumnos, personajes de ficción, como la Demelza que le valió un mote en el instituto, tienen su sitio en esta función vital que nos concierne. Mucho más que una orla de fin de curso, como el viaje real, el
que no atrapan fotografías ni souvenirs.



Aquí una reseña sobre esta original autobiografía, publicada el viernes en Fugas.


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