Sobre Las mil y una historias de A. J. Fikry, de Gabrielle Zevin, publicado en Fugas el viernes día 12
ANA ABELENDA | El azar mueve a veces con tanta gracia los hilos de nuestras vidas que parece querer decirnos algo coherente. Los porqués se nos resisten pero ahí siguen las preguntas, con sus signos-orejas aguzando el oído. Hay libros que no leemos por casualidad, que leen tanto en lo que somos o nos abren los ojos de tal manera que diríamos que han sido escritos en especial para nosotros. ¡O por un álter ego superior! De esos guiños que a veces nos hace la literatura, de la relación de necesidad que establecemos con nuestros libros favoritos habla Gabrielle Zevin (Nueva York, 1977) en su nueva novela, la séptima de una escritora que debutó a los 14, cuando se ganó un empleo en un periódico local con una carta protesta sobre un concierto de los Guns N’ Roses. En la crítica también se forja un escritor. Pero fuera acidez. Las mil y una historias de A. J. Fikry —reverencia a Sherezade— es un elogio, un homenaje a las lecturas a las que se debe un escritor. Por si acaso, la autora se cuida de advertir al final que los gustos de A. J. Fikry, el librero cascarrabias con corazón que abre la persiana de esta historia, no son los suyos. Pero será fácil para el lector coincidir con él en algunas de sus preferencias, como Un hombre bueno es difícil de encontrar, de la gran Flannery O’Connor, y sentir curiosidad por otras que aún se le escapan.
La autora Gabrielle Zevin |
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