viernes, 26 de abril de 2013

Volver

Una mala abuela es de lo peor que le puede ocurrir a una niña, escribe la Nobel Toni Morrison en su libro Volver. Una abuela es en sí más que una cómplice, y la que cito de Morrison, una buena historia, contada desde un punto de vista peculiar, como la contaría un niño que ha vivido mucho y ha sabido qué hacer con el dolor. En esta novela, editada por Lumen, la esencia extraña de las cosas no sucumbe al deseo de impresionar con que se mueve tantas veces el lenguaje. Las palabras, especialmente las grandes, son tan tentadoras para los adultos como lo es hoy un disfraz de princesa azul para mi hija. Entre el rosa y el malva hay un abismo de mar que separa un mundo de edad a dos pequeñas.  "¿Te has fijado en la sonrisa de los bebés -dice uno de los personajes de Morrison en la novela-. Yo no dejo de verla". No es poesía al azar, es una pregunta cargada de intención, como esa luz suave y mortecina de una tarde que pinta la autora, en que retozan pensamientos, remordimientos y falsos recuerdos. Son el aire viciado de un hogar marcado por la metralla de la guerra de Corea. A Frank Money le cuesta respirar. Pero su autora, Toni Morrison, le ayuda a hacerlo mientras desanda la memoria, en busca de la verdad, la de muchas familias, negras, en la USA de los 50. Algunos escritores reaniman la historia, devuelven las constantes vitales a aquello que se creía muerto, a vidas que aún boquean como peces tropicales en el Atlántico. La noche que mi abuela se fue yo leía Deja que la vida llueva sobre ti, donde respira el fantasma de una madre. Mi abuela ha cumplido 99 abriles. Pues vive en lo que soy. Y en los ojos de la niña que me mira.

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